Es indudable que el cambio de vida derivado del confinamiento al que hemos sido invitados, y quizás la palabra correcta es, forzados, ha puesto de manifiesto una forma de vivir diferente. Resulta alarmante escuchar que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha establecido que la depresión se convertirá en la segunda causa de incapacidad en el mundo en el 2020, aún sin los efectos del COVID19.
A veces pareciera que escuchamos la depresión muy a la ligera, sin embargo, la depresión se define como un estado de ánimo bajo, con características como: baja energía, pocas ganas de hacer cosas, muy bajo interés por lo que sucede en su alrededor, malos hábitos de alimentación, ganas de dormir y un cansancio extremo, por mencionar algunas. La depresión es una imposibilidad para contactar con el entorno, la persona se encierra en si mismo siendo incapaz de ver alguna solución a su malestar, se aísla emocional e interpersonalmente, sintiéndose solo.
La persona deprimida no se encuentra sola deprimida, nosotros como sociedad y familia formamos parte del entorno depresivo. Muchas pueden ser las causas más lo relevante es hacer consciente que hacer ante un diagnóstico de depresión, desde el rol que nos toque jugar, como relacionarnos ya sea con un hijo, un conocido, un pariente.
La depresión requiere apoyo terapéutico, sin duda, si conoces un caso con características de depresión se requiere canalizarlo con un especialista. Y también requiere apoyo del entorno.
El reto es grande, nuestra sociedad individualista, propicia condiciones que facilitan un campo depresivo, lo importante es contribuir desde mi espacio a hacer de este campo, un campo mas esperanzador, donde podemos ser el apoyo de alguien más que sufre, o que necesita ser visto y acompañado para continuar en su camino; en pocas palabras, a crear un campo mas humano y amoroso donde todos tengamos un lugar, donde la soledad no sea más una realidad y nos convirtamos en una sociedad de esperanza, ¿hoy, cómo puedes participar de este gran reto?